martes, 30 de octubre de 2007

Menos Matrix y más Torremolinos


Contemplar el horror cinematográfico de los hermanos Wachowsky te despierta del sueño cloroformado del cine vacuo.

Muchas veces vas al cine y ves una buena película. Valoras su calidad y sus virtudes de forma clara y la recomiendas a diestro y siniestro. Este ejercicio no sirve para nada. Unas semanas después, nadie se acuerda de ella. Llega la descomunal industria que los americanos han instaurado en todo el mundo y la pequeña obra se hace invisible.

Matrix en una esquina y Torremolinos 73 en la otra. Empieza el combate. El primer puñetazo, a base de dólares, noquea a la película de Pablo Berger. KO. De nuevo, la superproducción de infinitos dólares entierra hasta lo más profundo a una obra realmente cinematográfica.

Si amas el cine, la conclusión después de ver las dos películas, puede ser otra. Contemplar el horror filmado por los hermanos Wachowsky te abre los ojos y te hace sentir con más fuerza que nunca que films como Torremolinos 73 merecen ser reivindicados con más fuerza que nunca.

Matrix era una gran película. Un film de ciencia-ficción en toda regla que se convirtió en una película de culto por su fuerza, por su atrevimiento formal y tecnológico y por su apasionante tratamiento filosófico y religioso. Era una obra que marcó un antes y un después en este tipo de cine sobretodo porque se consolidaba como un film de su tiempo, que mezclaba y variaba todas aquellas referencias culturales y estéticas del momento en el que fue concebida. Matrix se estudiará dentro de unos años como una película clave.

La segunda parte, Matrix Reloaded, es otra cosa. Es un film impresentable, un videojuego sin profundidad alguna que abusa de los efectos visuales y que ningunea una base argumental que resultaba fascinante. Les pasa a las segundas partes americanas. Más dinero y menos ideas. Lo de siempre. Tras ver este desastrosa segunda parte, salí del cine con un título en la cabeza: Torremolinos 73.

La vi unas semanas antes y ya no me acordaba de ella. La propaganda me había hecho silenciar el buen rato que me hizo pasar aquel film. Y no hablo de pasar el tiempo y entretenerte. No sería justo. Torremolinos 73 es una película inteligente y bien filmada, que apunta grandes cosas con sutileza y que no pierde en ningún momento ni su intención y su agudeza. Nos habla de un matrimonio que se dedica a grabar videos porno para el mercado escandinavo en los años 60 y 70. La descripción de la época y la apagada fotografía son ejemplares pero no lo más destacado.

La habilidad de su guión es indiscutible. Nos habla de una España concreta sin grandes aspavientos y muchas verdades, de las necesidades y deseos de unos pobres diablos de esa España deprimida y desorientada, del cine. Sí, sí, nos habla del cine y de su industria y de sus gentes y de sus perversiones. Y, aunque sus conclusiones puedan resultar obvias o previsibles, el ingenio de su director te las hace originales por su sencillez y honestidad en su explicación.

Lo fácil hubiera sido sacar a ese matrimonio del modelo y hacerlos outsiders o seres apartados de su realidad social. Lo complicado y, a la postre punzante, es llegar a conseguir que el espectador se mueva entre la comprensión, la ternura y la lástima mientras contempla como ese matrimonio corriente filma su particular apología necesitada del sexo entre pucheros.

Matrix te anestesia de la realidad del cine pero, a continuación, te despierta dada su mediocridad como el que lo hace de una siesta: con ganas de comerte algo realmente dulce, o sea, cine de verdad.

1 comentario:

Juan Vico dijo...

Interesante película, Torremolinos 73. A reivindicar.