viernes, 19 de octubre de 2007

Tres mil años



Este es un artículo de opinión publicado en El Far el 28 de septiembre de este mismo año. Me gusta cómo el cine, a veces, nos permite escribir más allá de sus propios límites a través de la emoción que nos propone y que vuela libre (tanto en pensamientos como en forma) en nuestro divertido arte de explicarnos.

"Escribo desde San Sebastián. En una sala abarrotada de periodistas que escriben crónicas y comentarios sobre las películas proyectadas en el Festival de cine. Estamos viendo muchas películas, como es lógico, algunas arriesgadas, otras talentosas, otras desquiciadas, otras insignificantes.

Estamos dejándonos empapar de vidas, de situaciones, de contextos políticos y sociales, de miedos personales y valentías conscientes. Y escribo esto después de haber visto una hermosa película de Wayne Wang, Mil años de oración, que nos ofrece una extraordinaria lección de vida, una callada y serena reflexión sobre los pasados escondidos, sobre las concepciones del otro, sobre lo poco que nos conocemos.

Dice el film que se requieren 3000 años de oraciones para conocer con el que compartes cama, amistad o sangre. Y la sentencia te hace pensar. Estamos en una sociedad, dominada por tantos instintos primarios y disfraces disimuladores de miedos y frustaciones, que se nos hace difícil la definición concreta del que está al lado.

A veces, valoramos al próximo en base a supuestos, a incertezas, a cavilaciones gratuitas, a secretos indignados y ficciones no resueltas.

El mundo se mueve en silencios, en miradas engañadas, en percepciones huérfanas de realidades. Nadie habla de uno ni con el otro.

Si la comunicación y la honestidad fueran un hábito entre las personas, el mundo giraría en la belleza y emoción de las palabras que desentuertan misterios y aproximan las almas."

Pd: La película ganó la Concha de Oro al día siguiente. Gran alegría.

1 comentario:

Juan Vico dijo...

También es una gran alegría oirte decir (leerte escribir) este tipo de cosas. El cine, como todo arte, cuando es verdadero trasciende sus límites.